martes, 29 de enero de 2013

La memoria canina

Las personas suelen pensar que los niños y los perros no tenemos buena memoria, después de todo nuestros cerebros son aparentemente más pequeños  comparados con cerebros pensantes de los adultos, pero pequeño no quiere decir menos funcional.
Hacía muchos años que Champy  y yo no veíamos a nuestras niñeras. Ellas nos cuidaban cuando mamá trabajaba en México, nos sacaban a caminar y nos daban de comer.  Siempre han sido personas dulces con nosotros, nos consienten,  nos dejan estar cerca de ellas y darles besos.
Una de ella vino a visitar la casa hace unas semanas, la pudimos reconocer  perfectamente. En cuando se abrió la puerta Champy brincó de gusto y cuando subió a dónde yo estaba, si bien no la pude ver, reconocí su olor. Nadie podía creerlo, pero yo sé bien que si Robin está cerca, no hay nada que temer.
Semanas después vino Theresa, y reconocí su olor, le permití que me abrazara y Champy jugó con ella. Cuando mamá y papá no están cerca, es necesario confiar en alguien y una vez que se crean vínculos, es difícil romperlos. La memoria emocional nos permite reconocer a esas personas especiales.
Yo recuerdo lugares en donde he estado y aunque ya no los veo sé cuándo cruzamos el puente que tanto me gusta o cuando vamos al lago. Los aromas invaden mi nariz y puedo saber dónde estoy.
 Champy reconoce espacios y sabe cuando algo no está en su lugar. Esa cualidad nos da anclaje al mundo y nos permite disfrutar del momento.

Hoy aquí, ¡mañana quién sabe!, pero la vida sigue su paso entre nieve, frio, calor, flores y personas.

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